El don más grande que nos entregó Jesús fue mostrarnos a Dios como un verdadero Padre. Que nos invita y nos pide confiar y descansar en él, como un niño.
Él mismo quiso que su único Hijo naciera en el seno de una familia, bajo la autoridad y cuidado de la figura paternal de San José. En el día del Padre, ¡cuánto tenemos que agradecer su presencia en nuestras vidas!
Todos necesitamos de esta experiencia tan profundamente humana y por lo mismo evangélica. Necesitamos saber que existe alguien que nos sustenta. Alguien que nos protege y nos encamina.
Es común escuchar al referirse a nuestra época, que vivimos en ausencia del padre. Lo decimos especialmente por el tema de la autoridad.
Hoy necesitamos redescubrir, la belleza de la paternidad de la que sin duda somos testigos a diario. Es el amor incondicional lo que da autoridad, la enseñanza bondadosa y cercana la que marca con bien el corazón de un hijo o de una hija.
Pedimos a Dios que nos regale siempre abundantes figuras paternales que sepan darle a nuestro país y a sus familias la serenidad, el resguardo y la conducción tan necesarios para que crezca abundantemente la vida de su pueblo.
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